Veo con horror y desesperanza, como compañeros de clase, cuando comentan en clase o en el blog hacen una alabanza del dinero desproporcionada, haciendo ver que la finalidad última del hombre es ganar dinero, si no lo has ganado no tienes derecho a nada, algunos incluso opinan que lo que pasa es que tenemos envidia de los ricos, se dice que cree el ladrón ...
Y es curioso, porque Adam Smith, considerado como uno de los fundadores del capitalismo moderno,
pensaba que la adoración acrítica de la riqueza, no solo era desagradable, si no que era la principal causa de corrupción económica y moral en la sociedad.
Me voy a permitir hacer pues una analogía que me viene a la cabeza, la humanidad, a la escala que queráis, una ciudad, un país, o en su conjunto completo, es un hombre que está escalando un pozo para salir de él, cuanto tiempo lleva en el pozo es algo que ya ha olvidado, ha olvidado incluso si alguna vez llegó a estar
fuera de él. Después de pasar penurias, cada vez que hay una guerra que le sacude, cada vez que un desastre natural merma su salud; en definitiva, cada vez que se resbala y retrocede un par de metros
la cabeza del hombre envía una directriz al resto del cuerpo: hay que trabajar todos juntos, y así con la cabeza dirigiendo de forma sensata, este hombre consigue avanzar a un ritmo que siempre le deja asombrado por ser mayor que los que antes había conseguido, pero cuando le llega la sensación de seguridad, cuando la cabeza ve un rayo de luz, cuando supone que ya está llegando, su mensaje al resto del cuerpo es el siguiente: "El último paga la cena", las oportunidades aguardan a aquellos aventureros que aunque tengan que pasar por encima del resto del cuerpo, lleguen antes a salir del agujero, y quien no lo consiga es un pringado, así pues la cabeza empieza a estirarse, alargando el cuello a limites insospechados, los pies intentan adelantar a las manos y las cada mano está únicamente pendiente de llegar primero, aunque tenga que pegar a la otra por el camino. Los pulmones también quieren su parte del pastel y se aprietan en un intento de estar en la vanguardia de la expedición, denegando el oxigeno al resto del cuerpo, en estas condiciones lo normal es el colapso, y la caída.
Con un poco de suerte en mitad de la caída conseguirá coordinar otra vez el cuerpo y agarrarse a algún saliente. Y otra vez hemos caído y otra vez vuelta a empezar, pero como cada vez subimos más alto, la caída es mas larga, y el golpe más duro. Probablemente y afortunadamente nunca volvamos a estar en las condiciones en las que se encontraba un campesino de la edad media, pero en comparación con las condiciones que teníamos antes de la caída, las posteriores nos parecen denigrantes e inhumanas.
En esta ocasión me parece que ya habíamos asomado la cabeza, que los ojos ya estaban a la altura de del borde y que el entusiasmo y la ambición crecieron en correspondencia. Y la caída, que todavía no ha parado esta siendo larga y el golpe puede dejarnos tullidos, porque aunque la cabeza nos esté diciendo que hay
que hacer un esfuerzo e ir todos en la misma dirección nosotros vemos como sigue estirando el cuello, con el riesgo de que se rompa, y vemos como hay una mano que a riesgo de luxarse sigue intentando trepar por su cuenta.
Y aquí viene mi pregunta, nos solidarizaremos una vez más consiguiendo sacar el cuerpo completo del pozo, o nos revolcaremos en el fondo del agujero intentado ir cada uno por su lado y enterrándonos aún más en la tierra?